Raúl Antuña: «Mi deseo es que el Cuenca vuelva a salir campeón».

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Raúl Antuña: «Mi deseo es que el Cuenca vuelva a salir campeón».

«Mi deseo es que el Cuenca vuelva a salir campeón».

A pocos meses de cumplirse el vigésimo aniversario, visitamos en Argentina a Raúl Antuña, protagonista clave del título alcanzado por Deportivo Cuenca en el año 2004, dejando una huella imborrable en la historia del club. Raúl, quien fue pieza fundamental en la conquista del título, nos recibió para rememorar esos momentos que perduran en la memoria de toda la hinchada.

Hay una nueva generación de hinchas que no pudo verte jugar. ¿Cómo te describirías como jugador?

Es difícil describirse a uno mismo. Yo simplemente era un jugador que se supo adaptar muy bien al medio, que más allá de las diferentes ciudades en las que me tocó jugar, siempre tuve un buen comportamiento y siempre me han respetado. Fui, en definitiva, un jugador más del montón (risas), pero con la suerte que me fue muy bien en los clubes en los que jugué. Tuve la posibilidad de irme bien de todas las instituciones y eso es algo muy lindo. Ecuador es un país hermoso, con gente muy amable, muy educada, que te abre las puertas, pero que no le gusta que la desilusionen. Lo mejor que le puedo haber dejado a los chicos es el ejemplo; el ejemplo de entrenar, de ser profesional y buen compañero. Después, que se encarguen de juzgarme si fui bueno o malo (risas).

¿Por qué se te dio por usar el pelo largo?

Tuve el pelo largo desde los 19 años. Empecé a dejármelo a los 14 o 15 años, en la escuela. Me peinaba para atrás con limón porque no tenía plata para comprarme gel y me lo escondía dentro del guardapolvo. Estuve alrededor de tres o cuatro años ocultándolo hasta que un día una profesora me descubrió y me dijo: «Si usted no se corta el pelo, no lo dejo rendir exámenes».

Lo gracioso de todo esto es que terminé cortándome el pelo y al final no me presenté a rendir los exámenes. A partir de allí fueron prácticamente veinte años usando el pelo largo, al principio quizá por moda, pero luego porque me gustaba. Lo disfrutaba. Hasta que un día me lo corté y me dije: «Tantos años sin cortarme el pelo, podría habérmelo dejado corto».

¿Cuál fue el rival más difícil que te tocó enfrentar como jugador?

Tenorio. Era áspero, tanto yo con él como él conmigo. Siempre con respeto. Un señor dentro y fuera de la cancha, que jugó en la selección. Otro que recuerdo fue Antonio Valencia, que lo vi debutar con tan solo 17 años. Ya en ese momento se notaban sus condiciones, que tenía destino europeo. Era diferente. Recuerdo que años más tarde, cuando lo vi triunfar en Manchester United, dije: «Ese chico me marcó».

¿Qué fue de tu vida en estos últimos 20 años?

Yo me retiré por decisión propia a los 38 años y también por las lesiones que venía acarreando. Para ese entonces ya había hecho el curso de técnico. Empecé a trabajar en el club San Martín de San Juan, primero en las divisiones inferiores (formativas); luego pasé por el cargo de coordinador, de mánager y actualmente soy el director técnico del primer equipo. Toda mi vida he estado ligado al fútbol, porque es lo que me apasiona, lo que he vivido, lo que he palpado desde chico. Vengo de una familia que siempre ha sido futbolera y, más allá de todos los lugares en los que me ha tocado estar, soy muy agradecido al fútbol.

Todos los días, por la mañana, prendo una vela para agradecerle al fútbol, porque me ha dado la posibilidad de conocer gente linda, países, lugares extraordinarios; para mí, el fútbol es un trabajo lindo, que me gusta. Actualmente estoy a cargo de la dirección técnica de San Martín, con un presente inmejorable; estamos primeros en el Nacional B, con las expectativas de ser los mejores como me tocó en Cuenca hace ya 20 años. Quiero ser el mejor, pero aún falta mucho camino por delante. La ilusión y la expectativa siempre están.

En tu rol como director técnico, ¿te identificas con alguna línea de juego?

La realidad es que los verdaderos protagonistas de todo esto son los jugadores. Más allá de los esquemas, los dibujos tácticos, los protagonistas son ellos. Nuestro trabajo está en tener bien a los jugadores, darles confianza para que estén bien anímicamente, psicológicamente, futbolísticamente. Averiguar cómo están en sus casas, cómo se alimentan, cómo está compuesta su familia. El fútbol es un todo. Hay que estar en todos los detalles y tratar de que el jugador tenga confianza, se sienta bien, para poder desenvolverse en el campo de juego de la mejor manera. Todo jugador que llega a Primera División es porque tiene algo. Entonces, hay que darle la confianza para que lo demuestre.

¿Qué diferencia encuentras entre el fútbol de ahora y el de hace 20 años?

La intensidad, la agresividad, la presión, el estudio del rival, el estudio de tu propio equipo. Todo se ha ido actualizando. Incluso ahora, la tecnología está involucrada en el fútbol. Ahora hay equipos que desayunan y almuerzan en la institución. En nuestra época, eso no existía. Entrenábamos en una o dos canchas. Ahora los equipos entrenan en predios. Ha avanzado muchísimo por el bien del fútbol.

¿Qué recuerdos te quedaron de la hinchada del Cuenca?

Realmente, lo que más recuerdo de la hinchada de Cuenca es su cariño, su aprecio, cómo nos seguían en cada partido. El aliento estaba permanentemente, hasta en las calles. La hinchada siempre fue muy apasionada, nos acompañaban de visitantes. El respeto fue mutuo y la gente siempre nos bancó, siempre nos alentó.

¿Recuerdas alguna anécdota que te haya quedado con la gente de Cuenca?

Recuerdo que los taxistas no nos querían cobrar. Nosotros íbamos al Oro Verde o a los entrenamientos y ellos no nos querían cobrar la carrera. Y eso que eran hinchas que se levantaban a las seis de la mañana para trabajar, que les costaba juntar la plata para llevarle el pan a sus familias y nosotros queríamos pagarles y no nos cobraban. También, cuando íbamos a algún restaurante a comer, no nos dejaban pagar. Sabiendo lo que cuesta conseguir dinero para poder subsistir, esos gestos nos emocionaban, nos movilizaban, porque lo hacían de corazón. La forma en que la gente nos trataba era realmente increíble.

¿Te gustaría en algún momento de tu carrera dirigir al Deportivo Cuenca?

No sólo me gustaría, me encantaría. Me quedé con ganas de seguir en Deportivo Cuenca después de haber obtenido el título. No tuve la posibilidad. Yo me voy del club por decisión del técnico uruguayo Julio Comesaña, que sin verme jugar, prefirió que no siga por mi lesión en la Liguilla. Es cierto que me lesioné, que me costó recuperarme rápido porque tenía un yeso, me lo sacaba y jugaba y me lo volvían a poner, entonces nunca terminaba de recuperarme al ciento por ciento. Pero yo estaba para seguir jugando. Hubiese querido irme de otra manera. Me encantaría dirigir en Ecuador, la pasé muy bien y dejé muy buenos amigos. Volví a Ecuador en octubre de 2019 para el partido de las estrellas que se iba a hacer con los campeones del 2004, pero por el paro que hubo en ese momento finalmente se suspendió. Tengo muchas ganas de volverme a poner la camiseta del Cuenca, de reencontrarme con mis amigos y poder disfrutar de esa hinchada que tanto cariño nos dio.

¿Sigues actualmente al Deportivo Cuenca?

Lo sigo mucho. A principios de año dirigió Luis García, un técnico argentino que el año pasado jugó la final del ascenso con Deportivo Maipú. También supe que, con su salida, asumieron interinamente Marcelo (Velazco) y Jerson (Stacio), dos amigos que me quedaron del campeonato 2004. Actualmente, contrataron un director técnico español. La verdad que lo sigo permanentemente. También hablo mucho con Guille Duró. Me gusta estar informado, quiero que le vaya bien, como también a los demás equipos que me dieron la posibilidad de trabajar en Ecuador. Mi deseo es que el Cuenca vuelva a salir campeón.

Soy consciente de que nosotros vamos a quedar en la historia porque fuimos los primeros en conseguir el título, pero por el cariño que le tengo a la institución, a la gente, a la afición, me encantaría que vuelva a ser campeón. Sería muy lindo.

Es verdad que el fútbol se está poniendo cada vez más complejo, hay equipos grandes que están marcando la diferencia, como Independiente del Valle, Liga de Quito o incluso la Católica. Pero nunca se olviden que cuando nosotros salimos campeones, los grandes candidatos eran Barcelona y Liga. Y con trabajo, humildad, sacrificio, solidaridad y mucha unión, pudimos lograr lo que por entonces parecía imposible. Nunca hay que bajar los brazos. Hay que ir por esa segunda estrellita.